El 47 (y muchos otros como el 27 de Uretamendi - Betolaza): Un “héroe” solitario nunca es suficiente

La película El 47 ha dado visibilidad a la acción de Manolo Vital, vecino del barrio barcelonés de Torre Baró y conductor de la línea 47 de autobús. En la década de 1970, tomó una decisión que marcaría un antes y un después: desviar el recorrido del autobús para demostrar que sí era posible llegar a su barrio, a pesar de que el Ayuntamiento lo consideraba inaccesible.

Torre Baró, habitado en su mayoría por charnegos (catalanes de adopción tratados como ciudadanos de segunda), llevaba años de lucha vecinal exigiendo derechos básicos como la canalización del agua o el alumbrado público. Ante la indiferencia institucional, Manolo, quien participaba activamente en la asociación vecinal y en estas movilizaciones, decidió pasar a la acción.

El 7 de mayo de 1978, tomó el volante de un autobús articulado, más largo que los normales, y lo condujo hasta su barrio, en un acto de desobediencia civil que forzó a las autoridades a reaccionar. Pero no estaba solo: a lo largo del recorrido, decenas de vecinos se unieron a la protesta, subiendo al vehículo, colgando pancartas y despejando el camino. Aquella multitud organizada fue el verdadero motor del cambio.

Manolo y otros participantes fueron detenidos y acusados de secuestro. Sin embargo, gracias al respaldo vecinal, la justicia no se atrevió a condenarlo. No fue un gesto individual lo que evitó el castigo, sino el poder de la movilización colectiva.

¿Secuestro o reivindicación?

Algunos intentaron criminalizar la protesta llamándola "secuestro". Sin embargo, según la RAE, secuestrar es "tomar por las armas el mando de un vehículo", algo que no ocurrió en este caso. Fue una acción pacífica con un objetivo claro: exigir justicia.

Muchos otros casos similares

La acción de Manolo Vital no fue un hecho aislado ni tampoco el primero. Semanas antes, el 16 de abril de 1978, los vecinos de los barrios bilbaínos de Uretamendi, Betolaza y Rekaldeberri tomaron el control del autobús 27 para demostrar que los transportes podían llegar a sus barrios, desmintiendo los argumentos del Ayuntamiento. También efectuaron protestas con burros hasta la sede municipal y, en los años 80, los vecinos de Masustegui y Monte Caramelo “expropiaron” varios autobuses en una lucha similar.

El verdadero cambio es colectivo

A lo largo de la historia, el cine, la literatura y los medios de comunicación han tendido a glorificar a héroes solitarios, como si un solo individuo pudiera cambiarlo todo. Pero la realidad es otra: los derechos no se consiguen con un acto de valentía aislado, sino con la fuerza de una comunidad organizada y decidida.

Hoy, seguimos necesitando mejores infraestructuras, transporte público eficiente y horarios dignos. Y como ayer, será la movilización ciudadana la que haga la diferencia. Sin el apoyo vecinal, Manolo Vital no habría conseguido la línea 47. Su hazaña no habría sido más que un gesto sin consecuencias y, probablemente, habría terminado en una condena y un despido.

Por eso, ayer y hoy:

Los derechos no se otorgan, se conquistan.