Agur eta ohore, Jose Ramírez, hasta siempre amigo




Como decía Miguel Hernandez, los amigos no se mueren, se nos mueren; al partir se llevan consigo una parte de nosotros mismos. Cuando llegué a la AAVV de Irala, en 1989, me encontré una civilización de gigantes. Vale la pena citarlos hoy aquí para que su nombre desencadene la memoria y nos los devuelva de alguna manera:
José Luis y Miguel Piñeiro, Begoña, Ropero, Félix Rojo, Antón Borja y, desde luego, José Ramírez. Casi sin darnos cuenta, este equipo de gigantes con que compartíamos militancia se nos fué colando tanto en nuestra formación política como en nuestra educación sentimental. Alfredo Izquierdo, otro de los imprescindibles de los que habló. Brecht lo resumía así hace algunos años: "Nosotros nos queríamos". José era de aquellos gigantes, uno de los más ponderados, tan firme en sus convicciones como flexible en el diálogo, en definitiva, un hermoso ejemplar de ser humano. 
Agur eta Ohore


Conocí hace poco a Jose Ramirez, era un encanto de hombre. Es de esas personas que dejan huella.
Nos conocíamos de vista, pero nunca habíamos hablado. Le llamé para consultarle un par de cosas y me atendió con rapidez y cariño. Me pareció entrañable.
Luego resulta que vivía en el mismo piso en el portal de al lado, de tal manera que tenemos las ventanas al lado y coincidíamos y charlábamos cuando salíamos a la ventana del patio a colgar la ropa. La última vez q le vi y charlé con él fue desde esa ventana. Ahora el colgador está vacío...
Le echo de menos.
Amaia San Emeterio