Los curas de la resistencia antifranquista
Este artículo surge fruto de la sorpresa de un joven de 28 años (quien escribe este artículo) ante las anécdotas históricas de un cura rebelde en los últimos años de la dictadura franquista.
Sorprende que apenas haya que alejarse 50 años en la historia para encontrarse los seminarios llenos de niños en plena Dictadura. Entonces, la iglesia no solo era el objetivo de niños de familias humildes (y no tan humildes), sino también de otras personas más poderosas como Francisco Franco.
Es así como se firmó el Concordato entre el Estado Español y el Vaticano, el cual otorgaba ciertos privilegios a la Iglesia Católica (control de la enseñanza, patrimonio… y otras concesiones que a día de hoy siguen bien presentes) a cambio del reconocimiento internacional del Régimen Franquista.
Y en ese escenario en el que formar parte de la Iglesia, parece al menos, ocupar un hueco privilegiado en la Dictadura, sorprende aún más que alrededor de 360 curas vascos se levantaran en contra del Régimen. No solo denunciaban cuestiones eclesiales (vasallaje de la Iglesia al Régimen, elección de Obispos por el Jefe de Estado…) sino que también reivindicaron cuestiones sociales como los derechos del pueblo vasco, la solidaridad obrera o la denuncia de la tortura.
Tal era la lucha abierta contra la Dictadura, que los curas convocaron manifestaciones, iniciaron huelgas de hambre, se solidarizaron con miembros de ETA, incluso tacharon al Estado de Dictadura Terrorista.
El clero vasco "rojo-separatista", como les apodó el Régimen, se convirtió en el punto de mira de Franco, y, éste, decidió abrir en 1968 una "cárcel" exclusiva para sacerdotes: la Cárcel Concordataria de Zamora. Y es que era difícil justificar la encarcelación de curas, justo después de haber firmado un Concordato en el que se negaba dicha posibilidad. Esta cárcel, al ser exclusiva para sacerdotes, no era tan cárcel de cara a la población, pero en palabras del entrevistado, fue una de las peores de la época: eran reprimidos con igual o mayor saña, tenían mayor censura, no entraba comida del exterior… Hubo quien dejó de ser sacerdote para que lo cambiaran de cárcel.
Después los curas tomaron diferentes caminos, aunque muchos de ellos siguieron dedicando sus vidas a diferentes luchas: algunos optaron por la lucha política (Periko Solabarria), otros se centraron en luchas sociales (sindicatos, asociaciones de vecinos…), otros se dedicaron a la enseñanza del Euskara en Ikastolas, otros formaron el periódico Egin y hasta hubo quien llegó a ser parte de la cúpula de ETA.
Sorprende imaginar, pues, que fueran precisamente curas, quienes colaboraron estrechamente en la resistencia antifranquista y la defensa de la identidad vasca, cuando 50 años más tarde se tiende a relacionarlos con la derecha más rancia y españolista.