Itsaspeko, la propiedad privada y el amor - Actualidad

Pese a los pocos meses transcurridos desde el desalojo del Gaztetxe de Irala, el verano parece haber depositado una capa de polvo sobre el sueño roto de Itsaspeko. Vale la pena recordar que a lo largo 3 semanas un puñado de jóvenes mantuvo ocupado y vivo un local que había permanecido casi 15 años sin mas destino que dar cobijo a las ratas.
Ahora que el siglo XXI se ha convertido en un vigoroso y distópico adolescente conviene reavivar viejos debates que, comprensiblemente, al fin y al cabo el "sistema" va ganado por goleada, han sido dados por zanjados. Itsaspeko, y el concepto de ocupación, pulsa sobre la tecla del derecho a la propiedad privada, uno de los pilares blindados del capitalismo. Llevado al extremo, como hace el ultraliberalismo reinante, el derecho a la propiedad privada aguanta todo.
Así, se equipara el derecho de Fulano a ser propietario de un vehículo con el derecho de Monsanto a poseer el 27 % de las patentes de semillas a nivel planetario. El uso, abuso o desuso de la propiedad no se admite como variable legal y, consiguientemente, a la luz de la falsaria identificación entre legalidad y moralidad, tampoco como variable moral.
La Administración, y una parte importante de la ciudadanía, condena que un grupo de jóvenes ocupe un local pero no cuestiona que ese local pueda permanecer abandonado durante décadas en medio de la "hambruna" de espacios de convivencia.
Esto sucede porque el derecho de propiedad ha sido convenientemente sacralizado y colocado jerárquicamente por encima del resto: el derecho a la libre expresión, el derecho a la intimidad, el derecho a un entorno saludable, el derecho a la vivienda, el derecho al trabajo…¿Podemos imaginar a alguien denunciando ante la policía que ha sido víctima de un ERE, es decir, que ha sido privado de su derecho a trabajar, o que ha sido desahuciado, privado de su derecho a la vivienda? Estamos cercados por convenciones que nos han sido impuestas y, sin embargo, hemos interiorizado e incorporado a lo que denominamos "sentido común"; la defensa a ultranza de la propiedad privada es una de ellas, quizás la más importante.
"¿Y el amor?"-preguntaréis. El amor estuvo ahí, durante 3 semanas, lo teníamos delante de las narices, bastaba un poco de perspicacia y de ternura para verlo.

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