La Habana, enero de1959
Llevaban 5 minutos parados por la avería del carro de delante cuando Camilo Cienfuegos se percató de aquel llanto de niño. El berrido, insistente y explosivo, salía de la garganta de Tomás Aguilar Pinedo, imponiéndose sobre el griterío de las miles de personas que atiborraban la Avenida Columbia desde la madrugada.
Tomás, nacido de Juana y Aurelio el 9 de enero de 1956 y a punto de cumplir su tercer aniversario en la tierra, había llegado de Camaguey dos años atrás cumpliendo el legítimo afán paterno de conservar el pellejo.
En la capital, Juana y Aurelio se habían instalado junto al pequeño en una modesta habitación cuyo alquiler abonaban haciendo un poco lo que todo el mundo, diversificarse.
En esta ocasión el tiempo y la historia habían corrido a su favor y lo que hoy celebraban,incondicionalmente Juana y Aurelio, en menor medida Tomás, era una victoria que ya sentían como propia.
Cuando nazca mi primer hijo-se dijo Camilo mientras arrancaba la columna de blindados-le voy a enseñar a rebelarse como ese cabrón.
Tomás, nacido de Juana y Aurelio el 9 de enero de 1956 y a punto de cumplir su tercer aniversario en la tierra, había llegado de Camaguey dos años atrás cumpliendo el legítimo afán paterno de conservar el pellejo.
En la capital, Juana y Aurelio se habían instalado junto al pequeño en una modesta habitación cuyo alquiler abonaban haciendo un poco lo que todo el mundo, diversificarse.
En esta ocasión el tiempo y la historia habían corrido a su favor y lo que hoy celebraban,incondicionalmente Juana y Aurelio, en menor medida Tomás, era una victoria que ya sentían como propia.
Cuando nazca mi primer hijo-se dijo Camilo mientras arrancaba la columna de blindados-le voy a enseñar a rebelarse como ese cabrón.