¿Nos hace la tecnología más tontos o más inteligentes?
UNAI MARTIN MENDIGUREN
unaimartinmendiguren@gmail.com
Si echamos la vista atrás, vemos como el mundo ha evolucionado... tenemos coches más seguros, médicos más preparados, medicamentos que alargan nuestras vidas, aparatos de última generación que nos entretienen, medios de comunicación que nos unen independientemente del lugar del mundo donde estemos... Es evidente que la tecnología está modernizando el mundo, pero... ¿nos hace la tecnología más tontos o más inteligentes?" Empezamos. Si nos hubieran pedido hace 10 años que editáramos nuestra propia película, que creáramos nuestra propia página web o que resolviéramos una integral triple, hubiéramos desistido a la primera. Uy Unai, para eso necesitaría un curso de audiovisuales, formación en programación HTML y la licenciatura de matemáticas.
Hoy en día, te sorprenderá lo fácil que es hacer cualquiera de esas tareas por Internet. Alguien se ha encargado de facilitar esas tareas a los usuarios más desentendidos.
Alguien ha preparado un programa, una aplicación Android o una extensión de Google en la que te dan mascado aquello entender un correo electrónico en japonés, ya no te hace falta matricularte en la escuela de idiomas, Google Traductor lo hará por ti; si quieres crear una dieta a medida, ya no tienes que cuadrar calorías y grasas saturadas, Dietik lo hará por ti; y si quieres reconocer la fuente tipográfica que se ha utilizado para los rótulos de Pulp Fiction, ya no tienes que comparar letras en Internet, sino que www.
whatfontis.com lo detectará mediante su reconocimiento de imágenes.
La tecnología nos hace colectivamente más inteligentes. Entendiendo poco de lo que hacemos, somos capaces de hacer más. Los humanos nos hemos ido especializando en habilidades particulares y cooperando mediante nuestros conocimientos, todos somos más eficientes y productivos. Colectivamente todos ganamos.
Si en vez de 10 años nos remontáramos 1.000 años, observaríamos que la misma persona era quien construía su propio refugio, quien sembraba sus propios alimentos, quien cocinaba su propia comida y quien tejía sus propias ropas.
Precisamente por eso, esa persona no vivía en el Burj Khalifa, no comía un plato de 3 estrellas Michelín ni vestía un plumas capaz de calentarte a 20 grados bajo cero.
Colectivamente no hay ninguna duda de que la tecnología nos hace más inteligentes. Gracias a la especialización algún día tendremos traducción automática inmediata, control de velocidad automático en las calles...
Sin embargo, la especialización nos crea más dependencia respecto a otras tareas y nos hace individualmente más tontos. Desde que el traductor de Google me sobra para entender los emails de mis clientes extranjeros, ya no me esfuerzo en aprender nuevos idiomas; desde que la calculadora es capaz de resolverme las raíces cuadradas, ya no me interesa romperme la cabeza para entender cómo se calculan los decimales y desde que mi smartphone almacena los números de todos mis amigos, ya no necesito memorizar el número de nadie. No me molesto en aprender a cocinar, porque en el Mining Company lo hacen mejor que yo. No me molesto en aprender a arreglar el motor de mi coche, porque el padre de Sarai lo hace mejor que yo. No me molesto en hacer la declaración de la renta porque Aurora lo hace mejor que yo. Yo sé de lo que sé y de nada más.
Desde que la tecnología (y la especialización) nos lo ponen todo en los morros, ya no tenemos ninguna necesidad de profundizar en ninguna materia. Podemos profundizar, pero no lo necesitamos. Cada vez tenemos más herramientas al alcance. Más conocimiento no.